Innovación educativa en la era digital
El 20 de abril de 2022 he tenido la oportunidad de compartir un tiempo estupendamente bien invertido con un madrugador grupo de futuros formadores de docentes de ULL, gracias a la invitación que el Dr. Carlos González Ruiz me hizo para entrar en su aula. Ha sido todo un placer charlar con todos ellos sobre innovación educativa en la era digital.
Partimos de la gran pregunta: "¿Qué es innovar?" A pesar de llevar tres décadas en la profesión docente, aún me sigo cuestionando si no habremos confundido innovación con novedad, especialmente ante la llegada de las famosas TIC que, si bien son indudablemente facilitadoras de los procesos de aprendizaje y de enseñanza en la era digital en la que vivimos, también invitan a la inmediatez, a caer en la novedad de usar cada herramienta digital que sale, cada servicio digital que aparece, por aquello de darle a nuestros alumnos lo último en tecnología, sin pensar en para qué y por qué, es decir, sin pensar en la didáctica y la pedagogía.
Así que, como yo aún no estoy segura de la respuesta a la gran pregunta, les pregunto a los futuros docentes #InnovaULL2122 y ellos me iluminan con sus respuestas frescas e ilusionantes. Ahí las tienen:
Si buscamos "innovación" en el diccionario de la RAE, de los dos significados que encontramos, hay uno bastante más interesante que el otro, en mi opinión: "creación o modificación de un producto, y su introducción en un mercado". Y, ¿por qué me interesa este significado? Porque opino que es extrapolable al ámbito educativo.
A la hora de crear recursos para nuestros centros educativos, merece la pena ver qué hay ya creado antes de invertir un tiempo precioso en crear algo que ya exista y, si nos encaja con las necesidades didácticas y pedagógicas que en ese momento necesitemos cubrir en el aula, podremos, siempre que esté licenciado en ese sentido, modificarlo, enriquecerlo e incluso reintroducirlo en la era digital, con respeto a los derechos de autor, para impactar en el alumnado. Empecemos innovando por ahí; luego, ya crearemos si es necesario.
Lo importante no es caer en la novedad de crear recursos digitales; lo importante no es presentarle al alumnado todo tipo de formatos con todo tipo de herramientas digitales solo por motivarlos o incluso por deslumbrarlos. Eso seguramente no terminará siendo innovación, sino simplemente una novedad en aula, que durará los cinco minutos que los alumnos duren en consumir la actividad que hemos creado y que no tendrá objetivos de aprendizaje prefijados, por lo que su impacto innovador y transformador será bastante menor.
¡No perdamos el foco! El foco es nuestro alumnado y guiarlos por el camino del aprendizaje más adecuado para ellos será, posiblemente, la mejor innovación que podamos llevar a cabo. Ellos son los protagonistas y para ellos debemos, cuando proceda, innovar en el ámbito educativo, pero sin volvernos locos como docentes, sin intentar hacer algo nuevo todos los días, sin caer en brazos de la novedad. Eso no será innovar. Eso será probar y puede que tenga algún impacto de mejora en el aprendizaje, no lo voy a negar, pero seguramente no será un impacto de larga duración.
A lo largo de nuestra propia vida como aprendices, en el colegio, en el instituto, en las universidades, hemos aprendido una forma de enseñar y aprender. Llega el momento de desaprender para volver a aprender; esto será clave si queremos llegar a ser docentes innovadores.
Y, ¿qué desaprendemos? Desaprendemos el mismo aprendizaje para todos los alumnos por igual y lo hacemos porque cada alumno o grupo de alumnos tendrá un perfil diferente como aprendiz: le gustarán temas diferentes, su estilo de aprendizaje no será el mismo, sus intereses serán variados y también sus capacidades. ¿Qué nos toca aprender? Nos toca aprender a personalizar el aprendizaje e intentar proporcionarle a cada alumno la mejor ruta para que logren el éxito como estudiantes y como personas.
Y esto último nos lleva a otra clave de la innovación en el ámbito educativo: mejora la calidad de vida de nuestros alumnos. Aprendamos a acompañarlos y mejoraremos su calidad de vida y la de la sociedad en general.
Puede parece poco probable que un docente desde las aulas pueda hacer esta mejora, pero es posible si desaprendemos a transmitir conocimientos desagregados, sin aparente conexión o utilidad para el mundo actual, y aprendemos a fomentar la autonomía del descubrimiento, a que los propios alumnos conecten con otros alumnos y, sobre todo, a que conecten su aprendizaje con el mundo real para que sean ellos mismos los que desarrollen proyectos de aprendizaje activo que sientan suyos.
En este sentido, las metodologías activas están aquí para ayudarnos y ayudarles: innova aplicando aprendizaje basado en proyectos, planteando verdaderos desafíos de aprendizaje significativo, dándole la vuelta al aprendizaje, fomentando el coliderazgo, ese liderazgo horizontal y entre iguales que hará de tus alumnos mejores personas, más solidarias, más capaces de trabajar en equipo, de ponerse en la piel del otro y de buscar soluciones sostenibles y creativas a problemas reales.
Llegados a este punto y, teniendo en cuenta que vivimos, aprendemos y enseñamos en la era digital, las "tecnologías educativas" no podían faltar en nuestro vocabulario de la innovación educativa. Sin embargo, también las cuestiono como innovaciones si no están integradas invisiblemente, como cualquier otro recurso educativo, en los procesos de aprendizaje, ya que carece de sentido usarlas por el mero hecho de usarlas, si no estamos dispuestos a cambiar nada más.
¿Cuál es la innovación de dar clase con un libro de texto proyectado sobre una pizarra digital en vez de apoyado en una mesa? ¡Ninguna! Simplemente por cambiar de un entorno físico a un entorno digital no vamos a ser, ni docentes más innovadores ni mucho menos, más competentes digitalmente. Y, es que las tecnologías educativas no son sinónimo de las competencias digitales; no es lo mismo, no lo es.
Si te sigues subiendo a tu tarima de docente "magistral" (ya va siendo cada vez más raro encontrar a magistrales docentes, por cierto) aunque sea una tarima digital en las ultra modernas salas virtuales de clases en campus síncronos o asíncronos, no estarás innovando.
Si continúas siempre repartiendo la misma "fotocopia amarilla", aunque ahora sea una fotocopia en formato digital, no estarás produciendo efectos innovadores o impactos transformadores entre tus alumnos.
Si te resistes a perder el control de la clase y les impides moverse de la silla/cámara web, no estarás provocando efectos innovadores sobre su posible competencia para interaccionar, no estarás favoreciendo su bienestar ni el tuyo propio.
Pensémoslo un minuto: ¿no te sería más cómodo que ellos dieran la clase por ti, en vez de que tú seas el docente que pierde la voz en noviembre porque explica tantos contenidos en una voz excesivamente alta? Entonces, habrá que aprender a innovar y a usar las tecnologías educativas como herramientas facilitadoras del aprendizaje, pero para buscar la excelencia en las competencias digitales de las personas.
Ahondar en el carácter innovador de las competencias digitales en educación implica aprender y enseñar en entornos digitales como nunca antes lo has hecho. Se trata de contribuir a convertir al alumnado en personas digitalmente competentes, a empoderarlos para la era digital en la que vivimos, a acompañarlos a lo largo de la vida en una mejora de su alfabetización mediática, de su competencia para comunicarse y colaborar en entornos digitales, de su destreza para crear recursos, de su consciencia sobre la seguridad con la que ha de moverse en la red a través de sus dispositivos y de los de los demás, así como de su creatividad para la resolución de problemas que aparecerán en entornos digitales.
Ahora, ¿qué vas a hacer?, ¿vas a gestionar tu tiempo como docente innovador en la era digital para que tus alumnos sean personas innovadoras, o vas a seguir abriendo el libro de texto por la siguiente página para leerles unos párrafos que ellos ya saben leer solos?
Comentarios
Publicar un comentario