¿Proactividad o reactividad?

En la primera edición del MOOC "Aprender a aprender(edes)" se plantea la propuesta de realizar una radiografía personal para conocer si uno es proactivo o reactivo a la hora de aprender, reflexionando sobre las propias actitudes y cualidades en torno al aprendizaje personal y profesional, de cara a abandonar la zona de confort, si uno aún no lo ha hecho, y a conocer el estilo propio de aprendizaje que mejor encaje con las metas que uno se haya propuesto alcanzar en materia de educación digital.

Esta propuesta se articula en tres fases: indagación, reflexión y auto-evaluación, esta última en formato MIMO: mantener, incorporar, modificar y omitir.

Así, de la indagación sobre el modo en el que uno aprende, de quién, con quién, cuándo y dónde, y de la reflexión sobre si, como persona y como profesional de la educación, uno es reactivo o proactivo, se llega a la auto-evaluación sobre las habilidades, destrezas, competencias y actitudes hacia el aprendizaje que uno cree que debería mantener, o que uno considera valiosas para incorporar en su camino, o que sería mejor modificar, u omitir por completo.

Comparto a continuación mi radiografía personal tras aplicar la auto-evaluación MIMO y una vez reflexionadas todas las variables:


El camino hacia la proactividad en el aprendizaje es necesario recorrerlo, no me cabe la menor duda; mejor proactividad que reactividad, pero siempre con prudencia. 

A veces podemos llegar a confundir ser proactivo con ser hiperactivo, con actuar deprisa, o de forma caótica y desorganizada, o con dejarse llevar por los impulsos del momento, y este tipo de actuaciones no son recomendables, en mi opinión, para recorrer ningún camino de aprendizaje a lo largo de la vida. 

La proactividad se refiere al comportamiento anticipatorio y orientado al cambio, e implica actuar con antelación a una situación futura, en vez de tan sólo reaccionar ante la misma. Este tipo de comportamiento implica tomar el control y contribuir a que sucedan cosas, a que cambien las cosas, en vez de sólo flotar, adaptarse a unas circunstancias, aunque no nos gusten, y esperar a que todo cambie por si solo, o a que suceda algo que lo haga cambiar, cayendo en la desidia o el hartazgo.

La desidia y el hartazgo son los peores enemigos del aprendizaje, según mi criterio, y por eso pienso que uno siempre debe mantener la motivación, la inquietud y la curiosidad por aprender, aprovechándose en modo positivo de la red personal de aprendizaje con la que todo aprendiz debe contar, ya que es entre iguales cuando se produce un aprendizaje mucho más rico. 

Sin embargo, la prudencia que ha de imperar en cualquier actitud proactiva no debe olvidarse, sino aplicarse a la escucha, al equilibrio entre lo personal y lo profesional, a la gestión eficaz del tiempo, a buscar y a encontrar el silencio para poder actuar con actitud anticipatoria, y siempre ampliando el horizonte hacia nuevas experiencias de aprendizaje, abriendo la puerta a nuevas vías para aprender, por la mera satisfacción de aprender.

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